En los albores de su carrera laboral, nuestro protagonista, Jovial Joven, con un brillo en los ojos y un diploma recién impreso, irrumpía en el mercado de trabajo con una sonrisa nerviosa y un curriculum impecable, tan limpio y brillante como sus esperanzas.
Jovial es la personificación de la inocencia juvenil, creyendo firmemente que el sistema laboral es justo y equitativo, ¡cómo iba a ser de otra manera! Él había cumplido con su parte con todos los años de estudio, dedicación y obediencia, el Sistema© ahora le colocaría donde se merece. Sin embargo, J.J pronto descubre que el camino hacia la realización profesional está más pavimentado con trampas burocráticas que con oportunidades justas.
El primer choque de realidad llega cuando Jovial, después de unos meses, descubre que el café sabe a desilusión y las horas extra no pagadas son la norma. Aprende rápidamente que los directivos en el “Mundo Real™” se parecen sospechosamente a los villanos de las novelas de Dickens, luciendo trajes demasiado caros y sonrisas demasiado forzadas. Los jefes, por otra parte, parecen advertirle con sus ojeras y constante cansancio del futuro que le espera si decide intentarlo, si decide vender lo único que le queda. Por otro lado, sus compañeros se podrían clasificar en grupos según su respuesta al Sistema©, navegando entre el nihilismo (normalmente los más mayores), la demencia, el aislamiento defensivo o la aceptación de la carga, según la etapa de su vida.
En este punto, J.J aún mantiene un optimismo cauteloso, pensando que tal vez, solo tal vez, el Sistema© pueda ser navegado con la suficiente diligencia y un par de calcetines de la suerte. Después de unos años, sin embargo, la inocencia comienza a desgastarse cuando J.J se da cuenta de que el ascensor corporativo está, de hecho, averiado y sólo sube cuando uno pertenece al club del golf correcto.
La promesa de ascensos y bonificaciones se evaporaban y las exigencias eran cada vez mayores. Empezó a cuestionar si el sistema de recompensas era más un espejismo, diseñado para mantenerlo siempre corriendo detrás de una zanahoria inalcanzable o si él no estaba a la altura, si había fracasado.
Fue entonces cuando Jovial, en una tarde lluviosa de martes, mientras su jefe le explicaba por tercera vez cómo su trabajo era crucial para el éxito de la empresa (sin mencionar aumento alguno), tuvo una epifanía. Entre gráficas de Excel y charlas de motivación vacías, se dio cuenta de que tenía que tomar una decisión, supo que después de ese mismo instante la insoportable angustia que le acompañaba se apagaría porque todo iba a cambiar, porque por fin iba a tomar una decisión por él mismo.
Al día siguiente Jovial llegó a la oficina con la misma sonrisa con la que había entrado años atrás, pero esta vez su brillo no era de esperanza y nerviosismo, sino de una resolución tranquila. Fue entonces cuando el director de su área se acerco a él para demostrarle lo importante que era, cuando Jovial, tranquilo y sonriente dijo por primera vez, NO.