La mediación que no tenía nada que mediar

Una vez más, el teatro de las relaciones laborales nos ofrece una función digna de Ionesco, pero sin la gracia. Esta vez, el escenario fue el SIMA —ese noble templo burocrático donde el conflicto va a morir— y el elenco lo componían la Dirección de Siemens RA, su séquito de abogados y asesores (que sospechosamente siempre parecen salir de una fábrica de PowerPoint), y una Representación Legal de los Trabajadores que, ojiplática, fue la única parte que parecía tener alguna idea de por qué estaban ahí.

La empresa, en un brillante acto de autoconvocatoria performativa, solicitó una mediación. Sí, así es. Ellos mismos pidieron sentarse a hablar. Como si un pirómano llamara a los bomberos y, al llegar, se negara a abrir la puerta porque está esperando a que le den permiso por teléfono.

Durante cinco gloriosas horas, la Dirección —presente en carne, corbata y silencio administrativo— no formuló propuesta alguna. Uno pensaría que, tras solicitar una mediación, traerían algo preparado. No un PowerPoint, no una memoria económica, no una hoja Excel… algo, lo que sea. Pero no. Al parecer, el plan era otro: dejar madurar la tensión hasta que, en un arrebato de generosidad, pudieran levantar un teléfono y preguntar a alguien más si les dejaban proponer algo.

¿Quién es ese alguien más? ¿El Oráculo de Delfos? ¿Una inteligencia artificial entrenada en el arte de dilatar procesos? ¿El CEO que está en una playa fiscal sin WiFi?

Y cuando, finalmente, hicieron una propuesta, fue una versión descafeinada de una oferta previa. No un avance, sino un retroceso con peinado nuevo.

La representación de los trabajadores —pobres ingenuos que aún creen que la palabra “negociación” implica cierto intercambio— aceptó centrar el acuerdo en 2024. Incluso ofreció flexibilidad sobre su postura. Pero claro, eso sería demasiado sencillo. Ante sus peticiones mínimas y sensatas, como aplicar el Plus Comedor a centros sin comedor (¡vaya osadía!), actualizar importes de trabajo a distancia congelados durante años o dar algún tipo de tranquilidad a la plantilla en relación con el teletrabajo, la empresa dijo: “No, gracias. Preferimos la entropía”.

Y así, sin acuerdos, sin voluntad y sin vergüenza, concluyó la mediación. Una mediación que no medió nada. Un acto performativo de diplomacia vacía. Un ejemplo más del poder entendiendo el diálogo como un escenario donde los demás hablan y ellos bostezan.

En resumen:

  • ¿Por qué convocaron la mediación?
    Probablemente porque el Excel de RRHH dice que “queda bien”.
  • ¿Cuál era el plan?
    Aparentar legalidad mientras se gana tiempo y se erosiona la moral.
  • ¿Qué aprendimos?
    Que incluso en el absurdo, la dignidad de los que resisten es lo único serio que queda.

Por Monico Malatesta

Rebelde y valiente, Malatesta siempre ha luchado por sus derechos y se ha opuesto a cualquier forma de poder. De pluma afilada, tiene una gran habilidad para analizar los acontecimientos y para pelar plátanos.

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