Malas artes

La relación entre la dirección de una empresa y el comité de empresa se sitúa en el núcleo del equilibrio entre poder y derechos en el ámbito laboral. Mientras que la dirección representa la estrategia empresarial, la viabilidad económica y la toma de decisiones ejecutivas, el comité de empresa encarna la voz colectiva de los trabajadores, la defensa de sus derechos y la garantía de que las relaciones laborales se construyen sobre la base de la justicia, la dignidad y el respeto mutuo.

Desde una perspectiva sociológica, las relaciones laborales no pueden entenderse como un simple juego de suma cero, sino como un campo de tensiones y equilibrios donde ambos actores —empresa y trabajadores— tienen intereses legítimos, pero también responsabilidad compartida sobre la cohesión y el clima interno.

En este contexto, cuando la dirección realiza una oferta económica vinculada al convenio colectivo pero le impone una fecha de caducidad, introduce un elemento de presión y asimetría que desnaturaliza el principio de negociación colectiva. Desde el punto de vista del Derecho Laboral, la negociación debe realizarse de buena fe (art. 89 del Estatuto de los Trabajadores), lo que exige no solo voluntad de diálogo, sino también evitar prácticas que socaven la libertad de decisión de la otra parte.

Imponer una fecha de caducidad en una negociación colectiva no es un gesto neutral. Supone ejercer presión sobre la parte trabajadora, introduce un factor de urgencia artificial y distorsiona la esencia de un proceso que debe estar basado en el diálogo, la igualdad de condiciones y la buena fe. Esta práctica puede ser percibida no como una invitación al acuerdo, sino como una estrategia de desgaste o de chantaje implícito, lo que erosiona la confianza y enturbia el clima de negociación.

No debemos ceder ante formas de presión que, bajo apariencia de oportunidad, esconden un chantaje encubierto. Normalizar que se realicen ofertas condicionadas por una fecha límite o aceptar como inamovible lo negociado con otros comités es renunciar a nuestro derecho a negociar en igualdad de condiciones. Por ello, animamos a cada trabajador y trabajadora a mantenerse firme en la defensa de su dignidad laboral, a rechazar las prisas impuestas y a prepararse para una posible lucha colectiva si la dirección persiste en estas prácticas. La fuerza individual es el primer paso, pero la unidad, la organización y la movilización colectiva son las herramientas más poderosas para conquistar derechos y frenar abusos.

Por Monico Malatesta

Rebelde y valiente, Malatesta siempre ha luchado por sus derechos y se ha opuesto a cualquier forma de poder. De pluma afilada, tiene una gran habilidad para analizar los acontecimientos y para pelar plátanos.

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