Vamos a contar mentiras, tra la rá

Cuando Recursos Humanos nos escribió aquello de que “el trabajo híbrido (2/3 días de trabajo a distancia) sigue siendo el modelo preferente de la organización”, los confiados de siempre creyeron tener por fin una certeza sólida en medio de tanta incertidumbre, no era posible tal traición. Nos animaban a “cuidar el modelo” y hablaban de “confianza mutua jefe/colaborador” y de la “ausencia de esquemas fijos”. Hasta presumían, sin rubor, de que el teletrabajo era “uno de los elementos más valorados de nuestra cultura”.

Pues bien: mentiras, tra la rá.


La primera falacia: “Esto no afecta al resto de la plantilla”

En marzo, cuando preguntamos qué estaba ocurriendo, la respuesta oficial fue tajante: “La medida no afecta al resto de managers y colaboradores”. Solo unos meses después nos enteramos de que, a partir de octubre, todo el mundo deberá volver tres días a la oficina. Justo antes del verano, con sigilo, como quien esconde el polvo bajo la alfombra antes de que lleguen las visitas.


La segunda falacia: “Confianza mutua y ausencia de esquemas fijos”

El correo recalcaba que “no puede considerarse flexibilidad aceptable que un empleado inicie su jornada en la oficina y sistemáticamente continúe a mediodía en su casa”. O sea: confianza, pero solo si seguimos un horario que ellos controlan. Flexibilidad, pero a su antojo. Es decir, no importa el resultado de tu trabajo, no importa la calidad de tu trabajo, lo que importa es que seas sumiso.


La tercera falacia: “El modelo híbrido es preferente”

Preferente… hasta que deja de serlo. Primero obligaron a la cúpula directiva y a sus reportes directos a venir cuatro días; ahora extienden el recorte a toda la plantilla. ¿El siguiente paso? La presencialidad total, solo que aún no se atreven a decirlo de golpe. Saben que el mostrador puede estallar si aprietan demasiado el tornillo.


La respuesta de la RLT: llamar a cada cosa por su nombre

Las secciones sindicales de Madrid y Valencia lo resumen sin ambages:

Todo esto no es sino una agresión directa a los trabajadores, a los que nos habían vendido que podíamos tener una forma de trabajar flexible y que nos permitiese conciliar con nuestra vida personal.”

Y apuntan al elefante en la sala: la dirección vuelve al mantra de la “baja productividad” para justificar cada tijeretazo, igual que cuando amenaza con recortar derechos del convenio. El diálogo se ha vuelto estéril; solo queda la presión colectiva.


¿Por qué tanta prisa por volver al pasado?

Porque un modelo híbrido real empodera a la plantilla, descentraliza el control y obliga a gestionar por objetivos, no por vigilancia. Porque encarece las excusas para no subir salarios ni pluses. Y porque desmonta el relato de que la única ruta hacia la eficiencia pasa por las cámaras de acceso, la silla ergonómica y el café de máquina.


Lo que viene

La dirección confía en que el verano apague la indignación. Que el cansancio y el miedo al despido anestesien las ganas de plantar cara. Pero la RLT ya ha avisado: la única vía que queda es la respuesta contundente de las trabajadoras y los trabajadores.

Si nos contaron mentiras, nos tocará contestar con hechos.
Y si quieren jugar al «o a mi manera o por las malas», tendrán que descubrir que, unidas y unidos, también sabemos cantar la copla entera.

Tra la rá.

Por Monico Malatesta

Rebelde y valiente, Malatesta siempre ha luchado por sus derechos y se ha opuesto a cualquier forma de poder. De pluma afilada, tiene una gran habilidad para analizar los acontecimientos y para pelar plátanos.

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